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jueves, 5 de mayo de 2011

Capitulo 11

Samuel aparcó en un campo abandonado cerca del estadio de fútbol. Ayudó a bajar a Lara, dándole un fugaz beso en el cuello y cogiéndola de la mano, la arrastró hasta el centro. Amapolas y margaritas cubrían el campo, hacia calor, mucho calor. Eran las tres de la tarde, ojala se pudiera parar el tiempo y volver una y otra vez a aquel segundo… pero, no nos engañemos, el tiempo pasa y tú con él, intentar negarlo te hace infeliz. Lara estaba entusiasmada, alegre, loca, estúpida… y otros tantos apelativos para hacer referencia al sentimiento que la invadía desde los pies hasta la cabeza. Samuel llevaba una bolsa, empezó a sacar cosas de ella. Primero, una amplia toalla que extendió en el suelo, después una cajita donde supuestamente estaba la comida, dos vasos y una botella de lo que parecía ser champagne, después arrancó una amapola y acercándose lentamente a una Lara sorprendida ( si cabe) se la colocó en el cabello detrás de la oreja.
-Feliz tercer día, princesa.- fue lo único que dijo y la besó, pero fue distinto. Parece mentira, cuando estás enamorado, todos los besos te parecen diferentes, totalmente opuestos: largos, cortos, con las manos en el cuello o en la cintura, con pequeños descansos, ardientes o dulces, con sabor a éxtasis o a chocolate… con sabor a un amor que empieza y que no quieres que acabe nunca, son sabor de eternidad, “ para siempre”, dos locos en un tren que no quieren que pare, aunque inevitablemente, sabes que dará traspiés. Se separaron dejando pensamientos opuestos, Lara pensando en la suerte que tenía, Samuel odiando al destino.
- Eres…
- ¿Guapo, listo, encantador, perfecto?- Samuel se echaba hacia atrás sacando la lengua. Cómico, guapísimo.
- ¿Idiota?
-También, venga siéntate que tenemos el banquete preparado.
Comieron riendo, y si, es posible. Dos horas enteras, cada segundo de ellas, riéndose. Hablaron del pasado, de los amigos, de libros , de cine, de fútbol, de tonterías… Se iban conociendo, bueno, Lara se daba a conocer, cuando acabó la descripción de su vida se dio cuenta que en realidad conocía pocos detalles de la vida de Samuel.
-¿ Samuel, jugamos a una cosa?- Estaban tumbados, ella en la derecha, él en la izquierda, formando un extraño puzzle , con las manos cogidas.
- ¿Se llama así ahora?
- Tonto...
- Hago lo que quieras, ya lo sabes, aunque prefiera unas cosas….
- Está bien, ¿sabes jugar al “ Preguntónemo”?
-No, pero suena fatal…
- Estás gracioso hoy…
-¿Reglas?
- Vale, mira, yo te pregunto una cosa, tú solo puedes responder con una palabra, y después me preguntas tú a mí algo, lo que quieras pero yo solo puedo responder con una afirmación o negación y después de al revés. Si te niegas a responder, tienes que contarme un secreto… creo que era así, jugaba de pequeña con Di y Nico para conocernos más... y era muy divertido. Aunque he cambiado un poco las reglas porque antes si contabas una mentira tenías que hacer una prueba pero no creo que nos mintamos ¿no?- la duda asomó en los ojos de Lara, habían girado la cabeza, Samuel la tocó la cara despacio.
-¿Puedo empezar yo?- Lara asintió.- ¿Cuál es tu peluche favorito?- Lara se rió, pensaba que iba a ser más serio pero contestó encantada.
-León- Samuel se rió, como su mote.
-¿Segura, no es mentira?
- Solo una pregunta, además te he dicho que no te mentiría ¿no?- Samuel seguía riéndose- Mi pregunta es… ¿ Te consideras un chico malo?
-¿Chico malo?
- Si, uno de los que quiere tener algo y lo consigue aunque tenga que pisar a otros, uno de los que no saben querer, uno de esos violentos…De los que tratan a las chicas como juguetes, de los que no respetan las normas….
- ¿Puedo contestar un poco?
- Si o no.
- Entonces sí. – Lara se sorprendió un poco pero siguió jugando.
- ¿Te ha gustado Álvaro alguna vez?
- Si- Samuel se dio la vuelta, un poco molesto.
-¿ Con cuántas chicas has salido?
- Muchas- Había sido Lara la que quería jugar, no podía importarla.
Hicieron muchas preguntas como : color favorito, canción favorita, película favorita… después llegaron las serias. Empezó Lara.
-¿Cómo es tu padre? ¿ Es muy serio?
- Mi padre desapareció cuando tenía seis años, no se si murió.
-Perdón Samuel, no sabía nada…- Se quedaron callados, Samuel rompió el silencio.
- ¿Tu padre es un buen hombre?
- Si, es perfecto.
-No hay nadie perfecto, siempre tiene algo oculto….
- ¿ Con quién te has criado?
- En la calle- Lara se dio la vuelta, esperaba un nombre pero no lo presionó.- ¿ Harías lo que fuera por mí?
- Mucho más- Lara sonrió.- ¿ A qué serías capaz de renunciar por alguien a quién amas?
- No creo que tenga la necesidad nunca- Lara no entendió esa respuesta, ¿se refreía a que no amaría a nadie nunca o a que no tendría que renunciar a nada?- ¿ Cómo se llama el primer chico con el que te besaste?
-Richard.
- Es un nombre feísimo, seguro que era un gilipollas.-Lara le envenenó con la mirada aunque por dentro, deseaba esa contestación. -¿Estás enamorado?
- ¿Sabes que de pequeño tenía una cicatriz e iba diciendo que me la hizo un perro fiero pero en realidad me choqué contra una farola?
- Te has negado a contestar… eso significa o que no estás enamorado de mí o que estás enamorado de otra.- Se empezaba a arrepentir del jueguecito. Samuel notó el tono de su voz y eso le hizo mucho daño, más que cualquier cosa. Se giró, sorprendido por la rapidez con la que lo hizo y los instintos que le habían dominado, colocándose encima de Lara, cuerpo contra cuerpo, la agarró las manos detrás de la cabeza, suave pero evitando que se pudiera echar hacia atrás.
- No digas eso, nunca
-¿El qué?
- Que estoy enamorado de otra. No se me da bien poner nombre a lo que siento, hago lo que me sale de aquí dentro. Y aunque pueda parecer un idiota, un burro, un imbécil, nunca te mentiré. ¿Sabes como puedes saber que te digo la verdad? Pero la verdad inamovible, aquella que no puedes cambiar nunca… Cuando diga tres veces algo, lo que sea… podrás saber que siempre se cumplirá, por lo menos hasta que diga lo contrario negándolo tres veces. –Lara se había quedado muda, estaba quieta, muy quieta, tenía la frente de Samuel sobre su frente, la intensidad de sus palabras resonando en su corazón, sentía latidos frenéticos, no podía saber si eran suyos…- Me encantas…- y jugó con su pelo- Me encantas- y recorrió con sus labios su frente- Me encantas- y ahora sí, la besó, rodaron, presas de la locura que se había desencadenado en tres días. Las amapolas contemplaban el espectáculo que se abría ante sus ojos, el espectáculo de una historia que comienza, de unos secretos compartidos, de unos besos fugaces a la salida de la escuela y en las clases, de las terceras personas, de los te quiero infinitos, de las eternas noches, de unos “ no te dejaré nunca”, de los celos , de unos desequilibrios, de lágrimas, peleas, odios… pero sobretodo, del comienzo de SU historia .Él y ella, ella y él, dueños de aquello tan grande.

Otro día perfecto, eran las ocho y media, querría estar todo el día con él pero tenía que estudiar… Se bajó de la moto, y sorprendiendo a Samuel, le susurró al oído, antes de despedirse:
-¿Has pensado en las respuestas que te he dado a las preguntas? No tenía peluches favoritos antes de conocerte, ni colores, ni canciones, ni películas… Me gustaba todo, en serio, puedes preguntarle a quien quieras. Pero desde aquel 23 de Septiembre, tengo mes y día preferidos, tengo diseño de moto favorito y color, el azul como el de tu camiseta cuando nos vimos por primera vez, tengo peluche preferido, tengo comida favorita, tengo canción favorita, aquella de Craig David, la que estaba escuchando cuando chocaste contra mí. Me gusta el agua mucho más que antes porque cerca de un lago me besaste por primera vez, me gusta la película que estaban echando cuando por primera vez me dejaste en casa…. Pero sobretodo, me gustas tú, Samuel. Me encanta que me sorprendas y que me enfades, yo tampoco puedo ponerlo nombre pero creo que si que estoy enamorada… y tu eres el responsable- y por primera vez, fue ella la que tomó la iniciativa, dándole un fugaz beso en los labios y agachando la cabeza, azorada y nerviosa, valiente y perfecta. Los bucles caían sobre sus pestañas, haciéndola niña y mujer por una milésima de segundo, le encantaba. Él la abrazó y ella se dejó abrazar, después se despidieron prometiendo volverse a ver el día siguiente. Al mismo tiempo que Lara cerró la puerta de su casa, Samuel decidió, si o no, como en aquella estúpida historia de Tristán e Isolda, y la decisión no tendría vuelta atrás. Se lo repitió 100 veces a falta de tres. Moto a todo gas, cerrando la visera del casco , se dirigió hacia su decisión, no habría marcha atrás , tampoco la quería

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