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jueves, 5 de mayo de 2011

Capitulo 9

Lara salió del agua, el pelo empapado caía en suaves ondas en su espalda, la camiseta se le pegaba al cuerpo, marcando todas sus curvas, ella se intentaba tapar. Él hizo ademán de darse la vuelta pero era un espectáculo digno de ver, sentado en una de las rocas en la orilla del lago. Sin camiseta, el pelo cayendo sobre los ojos, demasiado largo, un tatuaje cubría su hombro, Lara no se había fijado antes, una especie de trisquel. Lara lo miraba entre curiosa y tímida, él no paraba de sonreírle, tenía tantas ganas de acercarse…pero no lo hizo.
-¿ A que no has pensado como nos secamos?
- Ven al sol , ven aquí…- y le tendió los brazos, ella le dirigió una sonrisa burlona y el se levantó, acercándose…pero no la llegó a tocar, cogió su sudadera, que descansaba en uno de los árboles. Se la tendió, ella la cogió agradecida y se fue a cambiar detrás de uno de los árboles. Apareció al rato, la sudadera le llegaba por la mitad de los muslos, se había colocado el largo pelo hacia un lado. Él seguía sentado, ella se sentó muy cerca, sus hombros se rozaban y podía oír su respiración.
- ¿ Samuel?¿ Cómo encontraste este lugar?- indecisa, no sabía como preguntárselo.
- Ya te dije, vengo a ayudar aquí desde que era pequeño. Mi madre me trajo.
-¿Trabaja tu madre aquí?
-Algo así. ¿ Y tu qué? ¿ Tus padres?¿Tienes hermanos?- Samuel cambió de tema, nervioso de repente, ella no se inmutó.
-Tengo una hermana, Ruth, es un año mayor…. Mis padres, poco te puedo contar. Tienen una empresa y…
-¿ Una empresa?
-Sí, VA. Es una especie de grandes almacenes pero artístico todo, venden cuadros, libros, discos… de grandes artistas. Es increíble- Samuel se quedó pensando, Lara se dio cuenta de que estaba muy lejos y decidió callarse. Estaba nerviosa, le tenía muy cerca, jugaba nerviosa con sus manos. De repente, él la cogió una.
-¿ Nos vamos?
-¿ A dónde?- el se puso de pie arrastrándola.
- Nunca se pregunta dónde sino a qué.- y la besó, sus labios sabían dulces, entre ardientes y delicados. Era una de las mejores sensaciones. Cuando se separaron, Lara le miró extrañada y arqueando una ceja.
-¿ Otra sorpresa?
-¿ Qué es el mundo si no es eso?- Y se acabó la conversación, recogieron sus cosas y se cambiaron. Subieron a la moto, amigos del viento, presas del mundo,sonriendo… Samuel le sujetaba las manos, abrazadas a su cintura. ¿ Cómo podía haber cambiado su vida? Habia dado un giro de 180º , el domingo era una chica sencilla, no necesitaba grandes metas, era feliz con un libro y un buen tazón de leche, era la persona más feliz una tarde con sus amigas, era feliz hablando con Álvaro… no había aspirado nunca a enamorarse, tampoco lo veía necesario y posible. Siempre había sido una chica madura, si puede decirse así, ni cuentos, ni príncipes, ni fantasías… Pero parecía una niña con un juguete nuevo, radiante, enérgica, rebelde, feliz de una forma distinta, abrazada a él, que le había conocido hace un día, de locos. Una comedia romántica, un libro de Moccia, una canción de Nickelback. Era su vida ahora.
Llegaron a una especie de bar a las afueras de la ciudad, Lara sonreía pero no dejaba de preocuparse. Era un lugar extraño y empezaba a hacer frío, ella tenía el pelo mojado.
Bajaron de la moto, Samuel abrazó sus hombros y le susurró:
-No te fijes solo en las apariencias- ella intentó sonreírle, se había echado el pelo hacia atrás y llevaba una camiseta ajustada que mostraba los músculos trabajados. Él se dio cuenta de su indecisión y le besó la frente para quitarlo importancia. Entraron juntos, todos se giraron a la vez. Un montón de jóvenes con cazadoras de cuero, pendientes y cadenas bebías, reían, jugaban al billar. Chicas con leggins ajustados, altos tacones, largas piernas bronceadas, pelo recogido en altos moños, minifaldas… tentaban a los chicos y les ganaban al futbolín. Ella estaba fuera de lugar, era pequeña, las piernas no eran muy largas, el cabello goteaba, llevaba la sudadera de Samuel y no tenía ni una pizca de maquillaje, se maldijo por despreocuparse tanto de su aspecto. El primero en acercarse fue un chico de unos veintitantos años.
- ¡Samu! ¡Pensaba qué no venías! ¿Has estado ocupado, eh? Hola preciosa, ¿Dónde has estado toda mi vida? - y la fue a besar, Samuel se interpuso entre los dos.
- Cobra, no te pases, es mi chica.- el otro se apartó como una descarga y le hizo un gesto de disculpa.
-Perdona tío… os invito a algo. ¡Xicho, ponles lo que quieran!- se dirigió al camarero que estaba sentado sobre la barra hablando con dos chicas, dos grandes tatuajes de serpientes nadaban desde su hombro hasta su codo, amenazantes. No se podía comparar con “Tupé”. Pero ellos también parecían una gran familia , o al menos un grupo de amigos peligrosos salidos de la cárcel con quien conversar de fechorías. Parecía mentira que Samuel perteneciera a todo aquello después de conocer su faceta de los niños, aunque, pensándolo bien, estaba hablando de las apariencias, les daría una oportunidad, además Samuel la había llamado “ su chica”, había sonado dulce pero a la vez misterioso y peligroso , como si le perteneciera. La había gustado mucho, como él, no paraba de sorprenderla. Se sentaron en una mesa no muy lejos del resto, Samuel se puso en frente, de espaldas a la gente.
- Se que no es muy especial, ni muy elegante, ni tan siquiera huele bien… - y se rio- pero son muy buena gente, Lara y Richard hace las mejores hamburguesas que hayas probado, en serio. Si no , no te hubiera traído, ¿ lo sabes no?
- Confío en ti, Samuel, ¿ te lo he dicho ya no?- ella se inclinó un poco y miró a la mesa, azorada. Él aprovechó ese momento para besarla, inclinándose a su vez, esta vez con cariño, suave, acariciándola, como nunca había hecho con nadie. Tenía que parar, pero podía permitirse un día, una semana tal vez, pero nada más. Se serenaron, volvieron cada uno a su sitio.
-¿ Son tus amigos?
- Bueno, algunos sí, otros quizá compañeros de tarde…
- Una pregunta… ¿ Por qué le llaman Cobra? Es como las bandas de la calle, ¿ cada uno tenéis un mote o algo así?- ella lo dijo seria, tan seria que le hizo reir con una carcajada limpia, como hacía mucho que no se reía, era tan bonita, tenía esa inocencia…
- No exactamente. Le llaman el Cobra porque de pequeño era muy rápido y violento, pero ha cambiado. Xicho es Jesus, aquel de allá es Toni, la chica el pelo rosa Tutú, no preguntes, la de allá Didi, como la de aquella película…
-¿Tú tienes uno?
- ¿ Si te lo digo no te ríes?- y la miró, ella negó, curiosa- me llaman Leo
-¿ Leo? No es nombre que haga gracia.
-Porque de pequeño siempre llevaba un muñeco de un león- esa vez se rió, si supiera de verdad porque se lo llamaban…
- Que rico…
- ¿ Eh? ¿ Os apuntáis? – la chica del pelo rosa y una especie de guardaspaldas punk les gritaban desde la mesa del futbolín.
- No, no…
-¿Por qué no?- interrumpió Lara- me gusta el futbolín, ¿por qué no jugamos una?
- ¿Sabes jugar?
-Algo sé- Samuel la miró nervioso, no quería pasar por debajo de la mesa.
- Jugaré yo con ella, tú vete con Tutú- apuntó el guardaespaldas- así le damos más emoción.
- Vale.- Lara fue la primera en hablar, convencida.- ¿Si gano haces lo que yo quiera?
- Acepto- y la besó fugazmente en los labios mirándola a los ojos- Si gano yo lo haces tú.
- Para pegajosos los chicles, vosotros a jugar.- exclamó Tutú, irónica tal vez, o enfadada, ¿quién sabe? La atención se dirigía a su pelo rosa solo.
- Soy el Nene ¿tú te llamas Lara no? ¿Arriba o abajo?- estuvo a punto de reírse pero se contuvo, el chico era simpático, parecía un guardaespaldas pero lo cierto era que sonreía igual que un osito de peluche que tenía en su cuarto, extraña comparación, al igual que su mote. Todo era estúpido y loco esos días… ¿ qué mas daba?
Jugaron, los goles llegaros, uno, otro, arriba y abajo, pases magistrales, Tutú se comenzaba a poner neviosa, la sudaban las manos. El Nene era un portero experto que paraba con precisión cada jugada de Samuel, que era muy bueno y estaba demasiado guapo… No, basta, Lara, piensa en el juego. Lara tuvo la oportunidad del primer gol de la mesa, pero la dejó pasar, tal vez no había sido demasiado impresionante. ¿ Que se creía Samuel? Llevaba jugando en el viejo futbolín de “ Tupé” desde los trece años, en la característica mesa con forma de descapotable del bar. Torneos contra los mejores, la habían enseñado las mejores estrategias. Siempre iba con álvaro, delicado a la hora de parar pero letal a la hora de lanzar la pelota en dirección a la portería contraria. Ahora él no estaba con ella , estaba el Nene, demasiado brusco. El juego se basaba en golpear a la pelota con la mayor fuerza posible y tener habilidad para pararla. Ella jugaba con suavidad al principio, haciéndose la inocente, Samuel la miraba con compasión. Al segundo gol del equipo contrario, Lara empezó a jugar como ella sabía. Pases de atrás hacia delante, un golpe a la derecha, otro a la izquiera, distracción a Tutú y gol. Todos los de la mesa se quedaron con la boca abierta. El segundo no tardó en llegar, jugada con el Nene, precision, en todo el medio. Ganaron, no se duda. El Nene la cogió como una muñeca de papel y la dio tres vueltas en el aire. Cuando Lara levantó la mirada un grupo de gente les rodeaba, querían ver el partido, lo más emocionante de la tarde y Lara era a protagonista, bajó la mirada, azorada y entusiasmada por su victoria.
-Me encanta tu amiga Samuel, tienes que traerla más por aquí- tras dar otro abrazo a Lara y decir “me la pido como compañera” se marchó.
Samuel se acercó sonriendo, sorprendido y la besó, con intensidad… sabía que no se confundía con ella. Ella se dejó hacer, mientras todos los miraban con una sonrisa tonta en la cara, excepto Diddy que desde la otra esquina mataba a Lara con la mirada.
-¿Qué desea princesa?- estaba muy cerca de su cara.
- Ya te lo diré cuando se me ocurra algo que desee de verdad.
Él la abrazó, siguieron jugando, distintas parejas, Lara siempre ganaba. El pelo se la secó, se lo anudó en una trenza, después se marcharon de aquel bar, felices, sonriendo, de la mano. Diddy les miró marcharse, esperando su oportunidad, que, sin duda no tardaría en llegar.
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Ella continuaba con la sudadera de Samuel, iban riéndose y cogidos de la mano, como una pareja normal cuando se lo encontraron. Álvaro, esperando en la puerta de su casa. Lara soltó la mano de Samuel rápidamente, él fue el primero en acercarse. ¿ Les habría visto? Estaba en la puerta con sus característicos cascos, pensando en nada y a la vez en todo.
-¿ Qué tal? – Le golpeó con el puño el brazo, álvaro se debatía entre saludarle y pegarle en esa cara de estúpido, optó por lo primero , no era agresivo ( creía).
- ¿ Y tú?
- Perfectamente. – Lara había permanecido callada, Samuel pareció un poco molesto, se alejó un poco de su amigo, despidiéndose hasta el próximo día y guiñándole un ojo a Lara . Se quedaron solos. Lara se acercó y le besó en la mejilla, como siempre hacía.
-¡Al! ¿ Qué haces tú por aquí?
- Te he estado llamando- le cortó el de repente.
-¿ Si? Perdón, tenía el móvil apagado, Samuel y yo…
-¿ Samuel?
- Si, nosotros…- y Álvaro se fijó en la sudadera, después en sus ruborizadas mejillas, en sus ojos que miraban hacia el infinito, entre enamorados y arrepentidos de encontrarse en esa situación… y lo supo. No, no , no, no podía ser. Que cambiara el rumbo de la conversación, que le dijera que le odiaba, que se apartara de él. Pero el rumbo se mantuvo fijo al igual que la ruptura de algo en su interior. ¿ Cómo se podía echar de menos algo que nunca había pasado? Se rompía, se quedaba sin aire, las oportunidades que había creído tener, odió su cobardía, odió su falta de personalidad, odió la amistad, lo odió todo, excepto a ella, a ella no la podía culpar. Algún día se daría cuenta de que era él, el que la quería con todo su alma, que estaban hechos el uno para el otro. Que en el mundo había dos mitades y ellos pertenecían a la misma, Samuel se encontraba en la otra. Pero ahora solo podía mantener la fachada de amigo, de amigo inseparable.

-Ya lo veo. ¿Os tendré que aguantar a los dos juntos? Si por separado ya erais inaguantables…- Ella se quitó un peso de encima, no parecía molesto, todo lo contrario y se alegró, después se echaría la culpa de su egoísmo. Ella les quería a los dos y no podía pensar en nada más. Le abrazó, como a un amigo, era cálido e increíble, y era su mejor amigo, para siempre. ¿O no? No podía pensarlo, era feliz, como nunca había creído sentirse, ¿quién la diría que en unos días cambiaría su vida y todo sería muy distinto? El destino, amigos, solo el destino lo sabe

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